A lo largo de sus páginas, el beso aparece como un punto de intersección entre el arte, la política, el cuerpo, la tecnología y la cultura popular.
Por Carlos Aletto
El Museo del Beso de Matías Moscardi y Andrés Gallina es una obra que traza un recorrido extenso y profundamente reflexivo sobre la representación del beso a lo largo de la historia. El libro se estructura como un museo imaginario, con “salas” temáticas que invitan al lector a contemplar cómo el beso, un gesto íntimo y universal, ha sido resignificado y reinterpretado a lo largo de los siglos, en distintas culturas y contextos. A lo largo de sus páginas, el beso aparece como un punto de intersección entre el arte, la política, el cuerpo, la tecnología y la cultura popular.
En el libro de Moscardi y Gallina, el beso no es simplemente un acto físico de afecto, sino un fenómeno cultural que refleja las tensiones, deseos y contradicciones de cada época. Los autores exploran cómo este gesto ha pasado de ser un símbolo de amor romántico o amistad a convertirse en una herramienta de poder, de control social o de transgresión, en un proceso en el que se interrelacionan las esferas del arte, la tecnología y la política.
Este recorrido museístico se abre con una pregunta provocadora: ¿Será más fácil imaginar el fin del capitalismo que el fin de los besos? Esta pregunta no sólo sugiere la resistencia del beso como un acto que perdura a pesar de los cambios históricos, sino que también plantea la idea de que, como todo en la vida humana, el beso puede ser comercializado, regulado y transformado, pero nunca completamente erradicado.
Sala I: El primer beso
La primera “sala” del libro analiza los inicios del beso, tanto en la historia como en el arte. Aquí, los autores abordan The Kiss (1896), el primer beso cinematográfico registrado, producido por Thomas Edison. La película, protagonizada por John Rice y May Irwin, no sólo documenta el primer beso en pantalla, sino que introduce el beso en la esfera pública de una manera radical, rompiendo con la intimidad privada de este gesto para convertirlo en espectáculo. El análisis de esta escena revela cómo el beso se transformó en un icono del deseo, y su comercialización pronto atrajo la condena de sectores conservadores, como la Iglesia, que lo calificó de pornográfico.
Este primer beso fílmico no es sólo un acto de afecto entre dos personajes, sino también una intervención cultural que conecta la tecnología emergente del cine con el deseo humano. La exploración del cine en este capítulo muestra cómo la imagen del beso pronto se convierte en un signo recurrente en la historia de la cultura visual, sentando las bases para que el cine, la televisión y, más tarde, la era digital, lo incorporen como uno de los gestos más poderosos y reconocibles del amor, el deseo y la transgresión.
Otro ejemplo destacado es el beso que Cristóbal Colón le da a la tierra al llegar a América en 1492, un gesto interpretado por los autores como el símbolo de una conquista. El análisis de este beso resalta cómo, desde el inicio de las relaciones coloniales entre Europa y América, el beso no consentido de Colón a la nueva tierra representaba más un acto de apropiación y dominio que de descubrimiento. Este beso inaugural se lee como una metáfora de la imposición de la cultura europea sobre los pueblos indígenas, subrayando la violencia implícita en ciertos gestos de contacto físico y cultural. Los autores elaboran cómo ese beso puede presagiar sumisión y dominación, relacionándolo con la expansión colonial y los actos de violencia que a menudo se esconden tras gestos aparentemente benignos.
Sala II: Besos en la cultura pop y el cine
Uno de los aspectos más atractivos del Museo del Beso es cómo conecta el beso con momentos icónicos de la cultura pop, como el beso entre Britney Spears y Madonna en los MTV Video Music Awards en 2003. Este beso, que se transformó en un fenómeno mediático, es interpretado en el libro no sólo como un momento de provocación, sino también como una forma de performatividad política, donde las celebridades utilizan el beso para desafiar las normas sociales sobre el género y la sexualidad.
Aquí también encontramos referencias al beso infantil en la película Mi Primer Beso (1991), protagonizada por Anna Chlumsky y Macaulay Culkin, donde este acto es a la vez un rito de paso y un contacto con la muerte. En la película, el personaje de Culkin muere poco después de ese primer beso, lo que refuerza la idea de que el primer beso no es sólo un despertar al amor, sino también un primer contacto con la finitud humana.
En paralelo, los autores exploran cómo el beso ha sido resignificado en el cine moderno. David Cronenberg, con Crímenes del Futuro (2022), reimagina el beso en un contexto distópico donde los cuerpos humanos se conectan quirúrgicamente en lugar de románticamente, eliminando el placer tradicional del beso y transformándolo en una práctica médica y artística.
Sala III: Besos digitales y robóticos
En la era digital, el beso ha sido desmaterializado y virtualizado. En esta sección del libro, los autores abordan cómo el beso ha sido replicado por dispositivos tecnológicos, como Kissinger o Remote Kiss, que permiten a las personas “besarse” a distancia a través de aparatos que simulan la presión y el movimiento de los labios. Aquí, el beso se convierte en una mercancía tecnológica, algo que puede intercambiarse virtualmente en una “plaza del beso” digital, donde los besos son descargados y compartidos como si fueran simples datos.
Este análisis se conecta con la idea de que el beso, como todo acto humano, puede ser absorbido por la lógica capitalista, transformado en un producto que se vende y se consume a través de la tecnología. La representación del beso en esta sección del museo deja entrever una cierta nostalgia por la pérdida de lo físico en la era digital, donde los besos, en su traducción tecnológica, han perdido gran parte de su carga erótica y emocional.
Sala IV: El lado oscuro del beso
En esta sala, denominada Darkiss, los autores exploran el “lado oscuro” del beso. Aquí, el beso es vinculado a la muerte, la mafia y el vampirismo. El famoso “beso de la muerte” de la mafia, donde el beso simboliza una sentencia fatal, es uno de los ejemplos más icónicos de cómo este acto puede tener connotaciones siniestras. Asimismo, los besos de vampiros, que transforman a sus víctimas en criaturas de la noche, revelan cómo el beso ha sido utilizado como un símbolo de poder y destrucción en la literatura y el cine.
Sala V: Militancias del beso
En la última sala del museo, Militancias del beso, el beso se explora como un acto de resistencia y subversión política. Desde el “besazo” colectivo como una forma de protesta en las calles hasta el uso del beso como una herramienta de desafío a las leyes represoras en diversas sociedades, los autores sugieren que el beso, en su forma más radical, puede convertirse en un acto de liberación. Esta sección del museo conecta con movimientos sociales como el feminismo y el activismo Lgbtq+, donde el beso se convierte en una bandera política para desafiar las normas hegemónicas y las estructuras de poder.
El Museo del Beso es un libro que no sólo reflexiona sobre un acto tan cotidiano como el beso, sino que lo transforma en una lente a través de la cual podemos ver la historia de la humanidad, sus deseos, sus tensiones y sus contradicciones. Los autores logran hilar una vasta cantidad de referencias históricas, literarias y culturales para construir un relato que es tan exhaustivo como provocador, dejándonos con la idea de que, aunque las formas y los contextos cambien, el beso sigue siendo una expresión poderosa de lo humano, cargada de significado en cada uno de los tiempos y espacios que lo han acogido.